"El surrealijmo"


Ya saben donde poner la escultura de Antonio López, Antoñito para los amigos, los del ayuntamiento. Menos mal. Como nadie les ha enseñado jamás a plantearse semejante problema de arte público, y como además quieren resolverlo ellos solitos, sin consultas populares en forma de concurso de ideas, y sin conocimiento alguno de causa, sólo les queda montar espectáculos paletos como el que hemos podido ver en primera plana de los medios durante varios días seguidos (esta vez no pueden decir que no lo han hecho), parte de la corporación alcaldesa incluida tras Antoñito, con foto gigante en ristre de un tío en pelotas, errantes por la ciudad a la búsqueda de un buen sitio para plantarla. Patético espectáculo de la ignorancia, repito.

Cómo se puede permitir una ciudad como ésta, comprarle una pieza a un artista que está ahora exponiendo en el Thyssen de Madrid, y que lo lleva desde los años 70 una de las mejores galerías del mundo, la Marlborough de NY.  En semejante crisis y sin tener todavía ni una básica Casa de la Cultura en condiciones, disfrazando cínicamente el problema con el reducto político de la Universidad Popular, que sí que tiene sin embargo condiciones, con todos mis respetos a esta institución, que es más dada al ocio y el entretenimiento que a la cultura y el arte. Y hablando de populares, el relevo político no parece aportar nada al asunto, y lo que han hecho los “otros” nuevamente justifica lo injustificable.

Creo que en este caso ocurre que se dan cosas por hecho, y es que el arte que llamamos realista (el hiperrealismo contemporáneo es otra cosa) que practica nuestro querido Antoñito, es la única corriente artística contemporánea “comprensible” para una mayoría ciudadana que saben inculta los sagaces estrategas políticos, por razones que ahora veremos. Dicho de otra forma, que tienen el éxito asegurado, aunque no sepan muy bien en qué, y se vayan a gastar un pastón de dinero público además. Pues bien, considerando que las vanguardias históricas del arte fueron en general una contestación al “realismo”, tomado éste como movimiento conservador y retrógrado, desde finales del siglo XIX se investigan toda clase de caminos en el arte, y aquí todavía no se ha empezado. Aunque también queda la posibilidad de que la población haya superado las vanguardias y esté de vuelta a un cierto hiperrealismo, tras años de desarrollo del arte conceptual, pero sinceramente no lo creo. Gracias a la castrante, aunque efectiva a nivel de voto, política educativa y cultural de estos años de democracia desarrollada por el monogobierno recién derrocado (Barreda fue consejero de Cultura de Bono), la región conserva prácticamente intacta su ignorancia.

Y hay que recordar que desde tiempo inmemorial el arte público de esta ciudad ha estado en manos de ella. Baste citar la última incorporación al elenco de lugares “visitables” por los turistas, del depósito-mirador de la Fiesta del Árbol, que aún siendo un elemento singular del “skyline” de la ciudad, y a fuerza de verlo se ha identificado con una imagen que (nos) representa, no dejando de ser por ello un símbolo católico-franquista que sí sabemos bien qué representa. Es por esto y su histórica inutilidad que lo tenían que haber derribado hace mucho tiempo. Asimismo nos venden como arte público la figura algo más grande de lo normal de un Sembrador hemipléjico, sin gracia alguna, monstruoso como el Navajero (si hubieran colocado algo más digno también se harían fotos los turistas) o los gordos tullidos cuya gracia reside en un culo desgastado, bonita metáfora sin duda de la forma de diseñar el arte público por parte de la municipalidad. Otra cosa es la Bicha de Balazote, colocada suponemos que para recordarnos que tenemos un museo arqueológico que no está en condiciones para conservar el original (en Madrid), aún habiendo gente que vive muy bien a costa de él.

El recuento empieza a ser desesperante cuando incorporamos ese angelote meón que algún esforzado artesano “compuso” con unas cuantas piedras, en el extremo de la avenida de la Libertad, imaginamos que sin más pretensiones y en la línea estilística de los esperpénticos Molinos de la Feria, o más recientemente la fallera puerta “centenaria” de los Jardinillos, o esos vergonzosos murales de reproducciones de carteles antiguos imposibles de reparar y sin ningún valor artístico ni popular, o esas fuentes de diseño “ceporro” que celebran también semejante evento salido de la manga de algún audaz político. El obsoleto monumento a Isabel de Portugal nos recuerda que no tenemos historia, en vez de lo contrario (los turistas qué saben), y para corroborarlo nos colocan otra flamante intervención pública, la letanía de frases históricas del paseo de Isabel II, que más que introducirnos en la ciudad y su historia nos alejan hacia Madrid, literalmente. Y si esto no fuera suficiente, que lo es, han permitido colocar en pedestal una apisonadora (tal como suena), y me ahorro el comentario, o sustituir todo un posible e interesante museo etnológico de la huella dejada por el ferrocarril en nuestra verdadera historia, por una vieja locomotora donde se refugian los críos para hacerse “porros”. Las esculturas que hay en circunvalación (lo de las rotondas no sabemos qué es) denuncian en su ubicación lateral la evidente ausencia de ese bulevar central, mil veces prometido, mil incumplido.

Para no dejar un amargo sabor de boca tras este siniestro recuento, quedaría por rescatar, aparte de alguna fuente, ese paseo del parque Lineal que fue (o pudo ser) un interesante proyecto de museo al aire libre de esculturas, que está sin terminar por supuesto, aunque nos conste que el ayuntamiento obtuvo importantes plusvalías al “fabricar” el barrio de la Estación desplazándola unos metros de sitio, lo suficiente al menos como para haberlo celebrado con un museo de calidad en las antiguas vías. A lo mejor la patraña esa que se han montado con los planetas es para consolar al público, porque no sabemos qué hace un ejercicio de primaria en medio de la calle. Igualmente la escultura de J. L. Sánchez de la entrada de Valencia nos consuela, pero por su dignidad, no pudiendo decir lo mismo sin embargo de la descomunal y fuera de sitio Puerta de la Mancha, también de él, que ni tiene que ver con la universidad ni con el estadio, que están a un lado y a otro de ella.

Para terminar quisiera proponer un lugar para el Hombre en pelotas (porque andar no anda), ya que repito costará una fortuna que no tenemos, y es precisamente frente al antiguo edificio del Banco de España, otro símbolo franquista, pero no enfrente sino en la misma puerta, entrando en él (Antoñito nos ha dicho que podemos moverle los brazos donde queramos), porque cuando lo conviertan en ese ridículo e inexplicable museo del Circo, los descendientes de la mujer Barbuda, que era de Cenizate, podrán hacerse fotos con él. Luego podremos venderlas como postales para recaudar fondos, y pagar esta fiebre “inversora” con la que parecen querer redimirnos de semejante parque de arte público, de “tren de la bruja” hablando en lenguaje ferial, que nos espanta por anormal. Porque aunque Albacete sea “realista” para algunos listillos, todos los de aquí sabemos que padece sin embargo un surrealismo endémico sin remedio, lo que podríamos llamar en el idioma local un verdadero “surrealijmo”.

Texto enviado por Fernando López